“Nacer fuera de hospitales, sanatorios o clínicas no es ganar derechos, sino perderlos”, afirmó en un comunicado la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) e instaló abiertamente un fuerte debate antes de que este llegue oficialmente a la Cámara de Diputados.
El parto institucional puede ser respetadoEl comunicado se refiere a un proyecto de ley que busca regular el funcionamiento de lo que llama Casas de Partos y Nacimientos en todo el territorio nacional. Los objetivos (según el texto presentado por la diputada Mónica Macha, junto con la Red Argentina de Casas de Partos) son, entre otros: promover la humanización del parto y del nacimiento frente a la medicalización y la intervención innecesaria, y en muchos casos traumática; reducir la tasa de cesáreas innecesarias y erradicar la violencia obstétrica en todas sus expresiones; atender las demandas que supone la interculturalidad en el proceso del embarazo, el parto, el nacimiento y el puerperio.
El debate entre especialistas y potenciales usuarios se dio antes que en la Cámara de Diputados. Y uno de los “peros” a la opinión de la SAP tiene que ver con lo que durante más de 150 años (la medicalización del parto arranca su apogeo entre fines del siglo XIX y principios del XX) sufrieron y siguen sufriendo millones de mujeres, sufrimiento que desde hace poco tiempo tiene nombre.
“La violencia obstétrica la viví como madre, y fui testigo de ella como obstetra -cuenta Cecilia Ousset -. Y en la pandemia está en su máxima expresión. Muchos lugares no dejan siquiera que a las madres las acompañe nadie”. “La ley de parto respetado es de 2004, pero la violencia obstétrica no disminuyó -agrega-. Siempre me gustó la idea de algo intermedio entre lo domiciliario y el tercer nivel de atención”.
“Cuando nació mi primera hija la experiencia fue terrible -cuenta Analía Castillo y todavía aflora la angustia-. Me dijeron que había fisurado bolsa y tenía que ir a cesárea (después supe que no tenía por qué ser así); el procedimiento quirúrgico fue violento (un enfermero trepado a la camilla y empujando para sacarla); nadie explicaba nada. Se la llevaron y me dejaron sola en el quirófano... Juré que no tendría más hijos. No quería volver a vivir lo mismo”. Pero pasaron cinco años y descubrió alternativas: Vladimir nació en su casa.
“Costó conseguir un obstetra dispuesto, pero lo logré, y armamos un protocolo de parto para el sanatorio por si llegaba a haber urgencias; además me acompañó una doula”, agrega Castillo. Reconoce que fue un desafío, y ante la pregunta de si haría lo mismo si las instituciones cumplieran la ley de parto respetado duda unos segundos y responde: “creo que no”.
Pero -añade- su experiencia y la de amigas le hacen pensar que son muchas las instituciones que no la respetan. “Para muchas mujeres las casas de partos son importantes para lograr parir sin intervenciones innecesarias”, resalta
Daniela Fernández espera su primer bebé para enero. “Llegué a plantearme si sería una posibilidad no ir a un sanatorio, pero por la pandemia. Vendrá mi papá y tendrá que hacer cuarentena... Pensé que al haber estado en un hospital quizás tuviéramos que hacer cuarentena nosotras; su mes para conocer a la nieta se le iría en cuarentenas... Pero lo descartamos -cuenta-. En general soy pragmática, muy poco romántica; que el parto sea absolutamente natural no me desespera. Espero que todo sea normal, pero también quiero que sea seguro. No; para mí casas así no son una opción”.
La experiencia de Fernanda del Pino (tiene una Catalina de poco más de un año) fue dura. “Es terrible que tengamos que luchar con el obstetra para que nos respeten; entre otras cosas, no soportan ver el dolor y consideran que hay que evitar que ‘te sientas mal’; no pueden pensar que es un dolor que produce satisfacciones. Es muy difícil lograr empatía por parte de ellos; siempre están apurados...”, enumera.
Las objeciones de la SAP
“La comprensión de la enorme vulnerabilidad del momento de nacer -y en ciertas ocasiones del de parir- y la necesidad de proporcionar a las gestantes y a sus hijos la mejor asistencia posible, requieren de la seguridad de una institución médica equipada con los recursos humanos y tecnológicos adecuados, entre los cuales no pueden faltar un quirófano, anestesista, banco de sangre, y terapia intensiva neonatal y de adultos”, resalta el comunicado de la SAP.
“En entre un 10% y un 12 % de los embarazos existen complicaciones obstétricas y neonatales no previsibles y bruscas”, destaca el pediatra Manuel Rocca Rivarola, secretario de Relaciones Institucionales de la SAP.
Debate abierto
“Negarse de plano no me parece buena idea -insiste Ousset-. La SAP está dejando fuera de la cuestión la violencia obstétrica, y algo hay que hacer para que las personas al parir puedan ser las protagonistas”. “Hay leyes, es cierto, pero se cumplen poco; muchos médicos son irrecuperables (hay claramente excepciones en todas las maternidades). Y mientras no cambie lo que se enseña en las Facultades de Medicina, la medicalización del parto (y lo que ello implica) será difícil de limitar”, agrega, y resalta que también incide la variable económica: “si las obras sociales pagaran el triple atender un parto (que son las horas que te lleva), te aseguro que la cantidad de cesáreas innecesarias bajaría”.
“El texto del proyecto es interesante -agrega Ousset-. Prevé, entre otras cosas, un protocolo aprobado por las autoridades sanitarias para vincularse con un centro asistencial de mayor complejidad en casos de emergencia. Y para minimizar riesgos puede ser bueno agregar al staff un neonatólogo, y capacitar a las obstétricas en reanimación de recién nacidos”.
“La cuestión no es discutir sí o no -plantea a LA GACETA por su parte Mario Sebastiani, del Departamento de Tocoginecología del Hospital Italiano de Buenos Aires-. Se deben exigir todas las garantías para asegurar la vida y la salud del feto y de la madre. Es cierto que según la OMS el embarazo no es enfermedad; pero también lo es que en contextos de parto mueren 800 mujeres por día”.
“¿Si pueden funcionar las casas? Sí, pero deben hacerlo con estándares de seguridad extraordinarios -agrega-. Considero que de ningún modo deben estar fuera del sistema de salud y sí bajo controles muy rigurosos. Deberían además comunicar el parto con antelación a la maternidad de referencia y poder garantizar un tiempo de traslado inferior a los 15 minutos”, añade. Y no es muy optimista al respecto: “el sistema de salud es complejo; conviven lo público, lo privado y las obras sociales; el parto domiciliario se sale del sistema... más bien parece una experiencia de nichos. Y un nacimiento - destaca- necesita controles tan rigurosos como un vuelo en avión: condiciones totales”.